Saltar al contenido

Al ritmo de tu bebé: desarrollo motriz

junio 4, 2020

¿Estimular sus movimientos o dejarlos que se muevan sólos?

La reconocida pediatra húngara Emmi Pikler concluyó estudios que sugieren que el desarrollo motor de los niños sea de manera espontánea y por ello lo que los padres estimulemos puede que no sea lo mejor para ellos y que incluso no lo necesiten.

Emmi Pikler (1902-1984) dirigió el Instituto metodológico de educación y cuidados de la primera infancia de Budapest (el Instituto Lóczy, hoy Instituto Pikler).  El sistema educativo que creó se basó en el respeto al niño, en el que el adulto no interviene para favorecer el desarrollo.

La Dra. Pikler pensaba que el desarrollo motor es espontáneo; y aseguraba que, si se les proporcionan ciertas condiciones, los niños alcanzan por sí mismos un desarrollo motor adecuado.   Es importante que ellos tengan espacio para moverse y ropa que les permita mover sus miembros cómodamente. El espacio para los niños debe además ser seguro y estar adaptado a ellos. De acuerdo a esto, los padres no enseñan ejercicios para estimular su desarrollo motriz y en cambio se deja libertad a la iniciativa del niño.

Arrastrearse y gatear son etapas necesarias antes de adoptar posturas nuevas. Pikler observó que los niños que aprenden a moverse por sí mismos tienen mejor equilibrio, mayor coordinación, mayor seguridad en sus actividades y tal vez por ello son menos propensos a sufrir accidentes. Además, viven más “a fondo” el proceso de aprendizaje y tienen mayor seguridad en sí mismos.

Etapas principales del desarrollo motor de acuerdo a la Dra. Pikler:

  • Echado boca arriba, poco a poco  sus movimientos van haciéndose más vigorosos.
  • Luego sube un hombro, levanta la pelvis, gira el tronco y se pone de costado.
  • Más tarde aprende a girar para quedar boca abajo. En esta posición puede levantar la cabeza por un tiempo prolongado.
  • Se sostiene con los brazos y más adelante sobre los cuatro miembros. Puede desplazarse rodando y reptando. Por último, aprende a gatear.
  • Es capaz de adoptar una posición semisentado, con una mano apoyada en el suelo. Luego puede mantenerse sentado.
  • Se pone de rodillas con el tronco erguido y luego comienza a ponerse de pie sosteniéndose con algún objeto.
  • Por último, puede permanecer de pie sin sostén, para finalmente aprender a caminar.

En su libro Moverse en libertad, la pediatra Pikler señala los inconvenientes de la ‘ayuda’ que los adultos damos a nuestros pequeños en su desarrollo motriz, así sostiene:

  • Al poner al niño en una postura que no podría adoptar por sí mismo lo obligamos a estar inmóvil: el niño no puede salir de esa posición. Si, por ejemplo, echamos boca abajo a un bebé pequeño, en contraposición con dejarlo boca arriba, donde puede moverse, tomar sus pies, mirar para los costados, estamos frenando su capacidad de movimiento.
  • Las posiciones en las que ponemos a los niños no son normales para él o ella; como consecuencia, la postura de los músculos no es natural, es forzada, y los músculos quedan tensos o con malas posiciones. Por último, el niño que hemos puesto en una posición a la que no puede llegar solo queda condenado a depender del adulto para cambiar de postura. Estaremos fomentando su dependencia del adulto y frenando su desarrollo autónomo.

Durante sus estudios, la pediatra Pikler sólo notó atrasos en dos etapas: volverse de la posición ventral a la dorsal y ponerse de pie. La causa del retraso del primer movimiento la atribuye a las circunstancias dadas en su instituto: “el niño sólo realiza este movimiento tras haber aprendido a volverse de la posición dorsal a la ventral”.  “El retraso referente a la posición de pie es probablemente debido a una mayor libertad de movimientos, al gran espacio de que dispone para desplazarse reptando (…). El niño que pasa poco tiempo en la cuna aspira más tardíamente a la posición vertical”.

Si bien el mundo de hoy nos presenta herramientas para potencializar el desarrollo de nuestros hijos, este enfoque sugiere no intervenir con ejercicios que aceleren su desarrollo ni tampoco tentarlos con juguetes con esta misma finalidad.

Somos los padres los que informándonos de diversas corrientes practicamos lo que nos parece mejor para el bienestar de nuestros hijos.